CENS N° 461
CURSO 3° A
Materia: Sociología
Profesora: Bárbara Molinari
Ciclo lectivo: 2021
Trabajo
Práctico N° 3
La sociología surgió luego de las revoluciones de fines del s. XVIII, principalmente la Revolución
Francesa y la Revolución Industrial que comienza en Inglaterra, y también la
revolución de independencia de Estados Unidos). Esto no significa que antes no
hubiera personas que se dedicaran a estudiar la sociedad y los problemas
sociales. Lo que pasó fue que esas revoluciones produjeron cambios tan
importantes que fue necesario un nuevo tipo de explicación, una ciencia que se
dedicara al estudio científico de las sociedades que estaban cambiando y
pudiera explicar lo que estaba pasando. Imagínense una situación de crisis en
la cual todo lo que ustedes conocían hasta el momento y les hacían sentir
seguros y cómodos de repente empezó a cambiar.
Lean con atención el fragmento del cuento “Un día en la vida
de Odette” y la introducción previa, La “Revolución Francesa mirada por una
niña”, que reconstruye la visión de una niña sobre la Revolución. Y luego
respondan las preguntas a continuación.
1 1). Según Odette, ¿por qué se produce la Revolución?
2. 2).¿Cómo era el clima que se vivía durante los días
de la Revolución? ¿Qué cambió en la vida de Odette, de su familia y del resto
de los franceses a partir de la Revolución?
3. 3). ¿Qué significa que “ahora todos eran libres e
iguales”?
4. 4).Uno de los resultados más importantes de la Revolución Francesa fue una Declaración fundamental para la vida de los ciudadanos. Busquen esa Declaración y escriban una reflexión sobre la misma. La vamos a retomar la próxima
La Revolución Francesa
mirada por una niña
En
la sociedad francesa, todavía podían distinguirse durante el siglo XVIII tres
estados o estamentos con diferentes derechos y obligaciones: el clero, la
nobleza y el Tercer Estado. Este último incluía el 95% de la población y estaba
constituido por grupos heterogéneos, burgueses (comerciantes y profesionales),
obreros y campesinos. Mientras el clero y la nobleza casi no pagaban impuestos
y concentraban el mayor porcentaje de tierras, el Tercer Estado, carente de todo
poder político, estaba abrumado por los impuestos. Cuando en 1789 la miseria y
el hambre hacían crisis, el rey Luis XVI convocó en Versalles a los Estados
Generales[1].
Esta asamblea sería el punto de partida de la Revolución.
Un día en la vida de Odette, hija de la Revolución
Francesa
“Abuela, te contaré todo desde el día en que se
reunieron los Estados Generales. La noche anterior, papá nos reunió a Pierre, a
Nicole y a mí y nos contó que el rey los había convocado para hacer frente a la
crisis de hambre, pobreza y descontento que hay en Francia. Yo no sé si tú en
el campo has tenido problemas para alimentarte; pero lo que es aquí en París es
casi imposible encontrar harina. Mamá tiene que hacer colas durante horas para
conseguir apenas unos gramos y pagar carísimo.
El día de los Estados Generales salimos a la calle
a ver a los diputados que se dirigían hacia Versalles. Nunca me voy a poder
olvidar de esos doscientos diputados vestidos enteros de negro que
representaban al Tercer Estado, a nosotros; ¡al pueblo! [...] Tras los
diputados venían los nobles, tan elegantes, vestidos con encajes, sombreros con
plumas y trajes orillados en oro. A su paso, las voces que habían vivado a los
diputados del pueblo se silenciaron abruptamente. Tampoco hubo aclamaciones
para los hombres de la Iglesia que los seguían.
Después, mis hermanos y yo acompañamos a mamá a la
casa de la marquesa de Chambord a entregarle un vestido. Cuando llegamos [...]
nos abrió un lacayo con librea de terciopelo verde y nos hizo pasar hasta el
salón, [...] las paredes estaban cubiertas de un género carmesí y sobre ellas
colgaban tapices con escenas de caza. Los espejos sobre las tres chimeneas
multiplicaban la estancia y, aunque eran las tres de la tarde, los candelabros
estaban encendidos. ¿Te das cuenta el despilfarro? [...] La marquesa vestía un
traje de raso azulino orlado de encajes de color crema. Su peinado era alto,
con un voluminoso moño hecho de cientos de bucles. Mamá le entregó el vestido y
la mujer, en lugar de pagar, se quejó por el atraso.
–Perdone,
señora marquesa –dijo mi mamá turbada– pero en estos días es tan difícil
conseguir los hilos... Además no sabe usted el tiempo que pierdo en hacer colas
para conseguir alimentos.
La marquesa
hizo como que no escuchaba y nos ofreció unos pancitos de anís [...]; por lo
demás, ni siguiera pagó por el vestido y le dijo que volviera después.
¿Te acuerdas cuando los curas y los nobles no
quisieron juntarse con el pueblo en los Estados Generales y el Tercer Estado se
constituyó en Asamblea Nacional? Bueno, sucedió que los representantes del
Tercer Estado juraron solemnemente “no separarse más hasta que la Constitución
sea establecida y fundamentada”. Mi papá me dijo que desde ese momento el rey
tendría que gobernar con la Asamblea Nacional.
El domingo 12 de julio, cuando se supo que el rey
había echado a Necker[2],
su ministro de Finanzas. Mi papá y sus amigos comentaban que Necker nos
defendía y que sin él los pobres iban a tener aún menos pan y aún más
impuestos. Desde ese momento, la gente comenzó a salir a la calle al grito de:
‘¡A las armas, patriotas!’.
Esa noche, cuando papá volvió de su trabajo en el
taller estaba magullado y corría un hilo de sangre por su frente. Nos contó que
venía por las Tullerías cuando vio que una multitud se agolpaba en torno a un
diputado del Tercer Estado que arengaba al pueblo diciendo: ‘Necker ha sido
despedido, no podemos esperar más: ¡tenemos que recurrir a las armas!’. Estaba
en medio del discurso cuando una tropa de soldados a caballo irrumpió en el lugar
y se abalanzó sobre la multitud, hiriendo a muchos. Mi papá se despertó tirado
en el suelo.
Esa noche varias personas llegaron a nuestra casa a
prevenirnos: se decía que el rey y los nobles se aliarían para masacrar al
pueblo. Y nos contaron que los parisinos, para defenderse, estaban saqueando
todos los depósitos de armas de la ciudad.
Esa noche Marie vino a buscarme y me dijo que su
padre y hermanos mayores habían partido a Los Inválidos, al igual que mi padre,
y me propuso que los siguiéramos. Y cuando las campanas de la iglesia dieron
las seis de la mañana, Marie y yo nos encontramos en medio de una enorme
muchedumbre. El pueblo se agolpaba frente a Los Inválidos. Algunos ciudadanos
distribuían fusiles; otros tenían cañones. Se empezaron a oír voces que
gritaban ‘A La Bastilla, a buscar pólvora para nuestros cañones’. El sol estaba
en lo alto cuando el tumulto llegó frente a los torreones de La Bastilla, que
contenía los arsenales de pólvora. Un viejo de barba anunció a voz en cuello:
‘–El gobernador se niega a bajar el puente’.
Entonces se escuchó un terrible estruendo: el
primer piquete de hombres había cortado a golpes de hacha las cadenas del
puente. Una oleada de hombres se abalanzó a cruzarlo. Y en ese momento los
primeros disparos salieron desde la fortaleza. ¡Ay, abuela: los heridos y los
muertos comenzaron a caer! Un estallido de cañones terminó por abatir las
últimas puertas de La Bastilla y la fortaleza fue invadida. Parecía que todo
París hubiera entrado en La Bastilla. En ese momento corrimos hasta llegar a
casa. Papá volvió muy tarde, estaba pálido y sucio y nos dijo: ‘–Cayó La
Bastilla. He visto la cabeza del gobernador en la punta de una bayoneta’.
Los días que siguieron nos asustamos mucho por ti.
Llegaron noticias de que bandas de malhechores robaban en los campos; quemaban
y saqueaban todo a su paso. También supimos de campesinos que incendiaron los
castillos y de muchos muertos. Días después mi padre dijo que íbamos a celebrar
porque ahora todos éramos libres e iguales. Así lo decían las primeras palabras
de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que proclamó
solemnemente la Asamblea Nacional”.
“El rey,
como Odette pensaba, no solucionaría los problemas del pueblo ni tendría larga
vida. Los sucesos más sangrientos aún no comenzaban. Para que la paz se
instaurara en Francia tendrían que morir muchas personas; entre ellas el padre
de Odette [...].”
Tomado de Balcells y Güiraldes. Un día en la
vida de Odette, hija de la Revolución Francesa, Chile, Editora Zig-zag, 1993
Saludos!
Prof. Bárbara Molinari
e-mail: molinaribarbara2@gmail.com
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